lunes, 22 de julio de 2019
SIENDO CONSECUENTES CON NUESTRA PROFESION DE CRISTIANOS
Cuando profesamos ser cristianos, esto es, seguidores y creyentes en Jesucristo el Señor, el Hijo del Dios Viviente, el Señor espera de nosotros una muestra práctica de consecuencia con lo que decimos ser, ya que el Señor aborrece el doble discurso o hipocresía.
Y si bien, nosotros como cristianos e hijos de Dios entendemos claramente que no somos perfectos y que, de muchas maneras y manifestaciones damos a conocer nuestras falencias, errores y, en muchas ocasiones nuestro propio pecado, ya que todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia delante del Señor. Como alguien del campo, generalmente con mucha agudeza en sus dichos, señaló que siempre "terminamos mostrando la hilacha", es decir, nuestra vestimenta no es del todo perfectamente confeccionada, queriendo con ello decir que siempre acabamos mostrando en nuestro ir y venir y en el diario vivir que seguimos siendo inclinados al pecado, y que nuestra justicia es imputada por Jesucristo quien ha puesto su Espíritu en nosotros, quien nos ayuda a superar nuestra condición en su misericordia, y quien también debe sobrellevar siempre nuestra debilidad por los méritos y el amor de nuestro Señor Jesucristo, quien se constituye en nuestro Abogado e intercesor ante Dios.
Sin embargo, hay una cualidad puesta por Dios en el hombre, y es la de tener soberanía sobre el escoger en su propia voluntad finalmente cuál será su elección de vida en cuanto a las decisiones finales que debe enfrentar en esta vida.
Cuando la Palabra inspirada señala que "el que sacrifica alabanza me honrará", se refiere a esto. Mas teniendo siempre claro que "no todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos", esto es, no basta con sacrificar alabanza a Dios, sino que esta acción, para ser completamente recibida en lo alto, debe ir acompañada de un modo de vida que honre a Dios efectivamente y no solo en palabras ni en apariencia externa.
Agrega esta Palabra que "al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios".
En cuanto a esto último, si bien debemos tener claro que el Señor no solo nos perdona nuestros pecados pasados y presentes hasta el día en que le recibimos como nuestro Señor y Salvador y rendimos nuestras vidas a Él, sino que también nos limpia y lava con su preciosa sangre nuestros corazones, dejándolos limpios y aceptos a Dios por los méritos de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quedando de este modo limpios ante Dios.
Obviamente, tal como ocurre con nuestra casa, si descuidamos el aseo cotidiano de ella, la basura comenzará nuevamente a acumularse. Habrá polvo, partículas de todo tipo que el medioambiente trae con la brisa, en nuestros calzados, en la ropa que vestimos, en lo que cocinamos, en lo que traemos y llevamos, etcétera. Debido a lo mismo, serán atraídas moscas, arañas y hasta roedores que harán de nuestra casa un lugar sucio, descuidado y hasta maloliente, aún cuando externamente la casa se vea normal.
De allí aquello de que cuando la casa está barrida y adornada, y sin embargo descuidada, lo que hace que el Señor se vea menospreciado en lo que debiera ser su propio Templo, admitiendo por aquel constante descuido la influencia de alimañas en mayor número de lo que había antes de ser limpiado, la condición de aquella casa ya no es apta para la habitación de Dios en ella.
Esto sucede porque muchos cristianos creen sinceramente, aunque no conforme a la lógica ni a la verdad, que el trabajo de limpiarlos y guiarlos es responsabilidad de Dios y no de ellos. Agregan algunos con todo desparpajo, al ser requeridos de porqué no se esfuerzan en su vida cristiana, diciendo: "Hermano, es que el Señor aún no0 ha hecho la obra (en mí)".
Esta Palabra de Dios aclara este error, señalando que no basta la profesión de fe por sí misma, ni el ir a la Iglesia a congregarse regularmente, inclusive hasta el ser "fiel" a todos los requerimientos de la congregación en que participa. La Palabra citada es taxativa en ello, cuando señala: "al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios". Aclara el Señor con esto de que en el ministerio cristiano hay acciones efectivas y prácticas que nosotros debemos realizar y no Dios, por mucho que Él nos ame, ya que Él ha entregado responsabilidad y mayordomía a cada uno de nosotros a fin de que no hagamos lo que queremos, ni seamos descuidados en nuestra vida devocional cristiana.
La misma Palabra de Dios es una herramienta eficaz para ello. Ella es llamada una lámpara a nuestro pié, una lumbrera a nuestro camino, de modo que ella nos muestra lo que va apareciendo en nuestro diario caminar exponiendo a esta luz lo bueno y lo malo, siendo el Espíritu Santo quien nos vá aconsejando lo que agrada a Dios y lo que Dios no aprobaría, de modo que no andemos en tinieblas. De esta manera, tenemos los elementos de juicio para dar nuestros pasos en la dirección correcta, a fin de evitar el lazo del cazador, y la exposición a la peste destructora. No obstante, la decisión final es nuestra, de cada individuo en particular. Y esto, por supuesto, conlleva responsabilidad y mayordomía personal. Es por lo mismo que señala en forma condicionada:"Al que ordenare su camino..."
¿Quieres vivir sin autoengaño la vida cristiana? ¿Quieres preocuparte por tu vida personal de modo de ser hallado un siervo fiel y prudente por el Señor? ¿Deseas no tener de qué avergonzarte delante de Dios y sus santos ángeles?
¿Quieres ser parte de las cinco vírgenes prudentes y no de las insensatas cuando se presente el Esposo?
Entonces, si quieres alabar a Dios en la forma correcta, hónralo en tu vida pública y privada.
Si quieres gozar de esta salvación efectiva y eternamente, y no solo ser un religioso que acude a una congregación, sencillamente ordena tu camino.
Bendiciones, y que para mí también sea una regla constante.
ç
domingo, 21 de julio de 2019
LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR POR SU IGLESIA
Si bien muchos cristianos buscan en la Biblia arcanos, es decir, cosas escondidas, a fin de jactarse muchos de haberlos "descubierto", cayendo muchos en fantasiosas suposiciones que la Palabra de Dios no respalda. Por otra parte, también hay otros que se van al extremo contrario, es decir, prohíben leer y predicar especialmente del Apocalipsis ya que se trataría de "cosas difíciles" de interpretar.
Sin embargo, la misma Palabra de Dios, que es sencilla y al alcance de todo entendimiento por sí misma, nos señala que "toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil...".
Daniel también nos transmite que en los postreros tiempos "los entendidos entenderán...".
El problema nuestro es que le tememos a la Biblia. No la leemos. Y cuando llegamos a leer una porción de la Palabra de Dios la entendemos solo superficialmente porque no tenemos la costumbre, ni la familiaridad con su lenguaje y contexto en general.
Es así que llegamos a confundir la segunda venida del Señor, la cual se nos muestra en la Biblia en dos fases. Una, oculta para el mundo, y sólo visible para los santos que estén preparados para subir con el Señor en el aire para reunirse con Él. Esta es la llamada "Segunda Venida de Jesús POR su Iglesia", llamada por los cristianos que la esperan "El Rapto", o "Arrebatamiento" e la Iglesia, que ocurrirá al inicio de la Gran Tribulación, que el mundo no podrá ver, ni los cristianos impíos tampoco, sino que solo podrán sentir sus efectos: La desaparición de la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo y de millones de niños inocentes de pecado en todas las naciones de este mundo.
Esta es muy distinta e la llamada "Segunda Venida de Jesús CON su Iglesia", tras los siete años de la Gran Tribulación, en la cual nuestro Señor Jesucristo viene a gobernar este mundo en pecado CON todos los santos de la historia humana que, hayan estado muertos o vivos al ser arrebatados o raptados por el Señor Jesucristo. Vienen ahora a juzgar esta humanidad junto al Señor con cuerpos muy distintos a los hombres naturales, ya que fueron transformados en cuerpos incorruptibles de gloria y ahora son semejantes a los ángeles de Dios y no pueden ya morir, sino que gozan de vida eterna y sirven al Rey de reyes y Señor de señores quien los lidera.
Ellos, que fueron redimidos de entre los hombres, y quienes al ser arrebatados por nuestro Señor Jesucristo, pudieron ver cumplida la esperanza bienaventurada que nos convoca en este gráfico. Ellos ya vienen de regreso de su estadía con el Señor en el Cielo de Dios donde han estado en la mismísima presencia del Dios Altísimo. Han estado ausentes de este mundo siete años, y ahora ya vienen a establecer el reinado de nuestro Señor Jesucristo en esta tierra, en la cual gobernarán con el Señor durante mil años, en los cuales no habrá más muerte, ni enfermedad, ni dolor, hasta que los mil años sean cumplidos, luego de lo cual habrá una última rebelión de pecado en este mundo, en la cual todos los rebeldes y pecadores serán castigados por el juicio divino y muertos, entonces recién vendrá el fin de todo este universo que vemos, donde las estrellas y los cielos pasarán con grande estruendo, en tanto que los muertos que no hayan sido salvos serán sacados del infierno para comparecer ante el "Gran Trono Blanco", establecido por el Señor para el "Juicio Final", al cual deben comparecer todos los que no quisieron recibir a nuestro Señor Jesucristo como su Señor y Salvador, abandonando sus pecados en arrepentimiento por la fe.
Finalmente, la muerte, el infierno y todos los pecadores serán arrojados al Lago de Fuego, en el cual los esperan el Anticristo y el Falso Profeta quienes fueron muertos por el juicio de nuestro Señor Jesucristo al final de la Gran Tribulación e inicio del Milenio gobernado por el Señor y sus santos. Esta parte de su Segunda Venida será VISIBLE para el mundo, y "todo ojo le verá" en poder y gloria.
Hay cosas nuevas al fin del milenio. El Señor crea nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia y donde no habrá ninguna especie de pecado, ni de las consecuencias del mismo, porque todas las cosas serán hechas nuevas.
Entonces, y solo entonces se manifestará esta promesa del gráfico señalada arriba: Descenderá sobre esta nueva tierra una ciudad celestial llamada por el Señor "La Nueva Jerusalén", cuyo arquitecto y constructor es Dios mismo, y cuyas medidas en cuadro son de aproximadamente dos mil cien kilómetros de largo, ancho y alto. Medidas que ningún arquitecto, ni ingeniero de este mundo siquiera puede imaginar.
Ése es el lugar prometido que descenderá desde el Cielo de Dios a esa nueva tierra como herencia y hogar de los santos de Dios. Una herencia incontaminada e inmarcesible reservada en los cielos para sus hijos, y en la cual vivirán por los siglos de los siglos, sin relación con el pecado, y Dios mismo morará con ellos.
Todo esto nos lo manifiesta y revela el Señor en el Apocalipsis. En estos momentos el Señor trabaja en la construcción de aquella gloriosa ciudad para morada tuya y mía, pues su anhelos es que vivamos siempre en su gloriosa Presencia. Amén.
sábado, 20 de julio de 2019
DIFERENCIA ENTRE EL JUSTO, EL IMPÍO Y ELPECADOR.
Muchas veces nos hemos llegado a preguntar, no sin mucha desazón por cierto, el motivo de porqué muchas veces (sino en todas las ocasiones), llegamos a ser aborrecidos o como mínimo menospreciados y vilipendiados a causa sencillamente de ser cristianos. Esto se repite con los cristianos alrededor de todo el mundo sencillamente porque nosotros somos en esencia extranjeros en este mundo.
El Espíritu que mora en nosotros, es totalmente contrario al espíritu que opera en los hijos de pecado, por lo tanto, hay un antagonismo natural de los hijos de pecado hacia los que son llamados hijos de Dios.
Por otra parte, sin dejar de amar a los perdidos en pecado, el instinto natural de los hijos de Dios es aborrecer el pecado, lo que implica aborrecer las obras del pecado apartándose naturalmente de éstas, y, al hacerlo, apartarse también de los hijos de pecado.
Sin embargo, el tema que nos convoca habla del impío, y del inicuo. No olvide que la Biblia, especialmente el antiguo testamento en lo que se refiere a los profetas, Salmos y Proverbios, se enfoca en sancionar no a los pecadores gentiles (hablando en sentido general de corrección y amonestación), sino a los impíos. Esto es, a los que diciéndose pueblo de Dios vivían en abierta rebelión a la Ley de Dios en cuanto a comportamiento, actitud y modo de vida.
Lo mismo acontece en nuestros días. El justo en modo natural, debido a la naturaleza del Espíritu que mora en su propia vida, siente abominación no solamente por las obras del impío, sino también por el impío mismo, sintiendo el deseo de apartarse de las personas impías y no participar de sus obras y conversaciones del todo sin temor e irreverentes.
La reacción del impío contemporáneo es un modismo difundido por los medios que cuestiona al que quiere vivir una vida santa, apartándose de ellos y de sus obras, que se ilustra con la siguiente frasecita:"No juzguéis", sacada totalmente de contexto a fin de aquietar sus cauterizadas conciencias, ya que confunden la sana exhortación con un juicio frío y egoísta hacia sus personas, con el fin de hacer sentir mal al que teme a Dios, de modo que no se atreva a exhortarles a nada, ni por acción ni omisión, y se sientan cohibidos no solo de vivir una vida santa, sino de insistir en promoverla, ya que ello atenta directamente con sus vidas arraigadas en la impiedad.
Por lo tanto, el que vive una vida de consagración y obediencia debe tener claro que la naturaleza del Espíritu Santo que mora en ellos es totalmente contraria al espíritu que opera en los hijos de desobediencia, esto es, en los impíos. No obstante amarlos, no debemos consentirles que su pecado tenga influencia alguna en nuestro ámbito de vida, y por lo tanto, esto nos moverá de manera natural a apartarnos de personas así, lo que la misma Palabra de Dios alienta.
De hecho, los mismos impíos sienten verdadera adversión por el de limpio camino debido principalmente a que se sienten amenazados y puestos en evidencia, ya que aquél no participa de sus malas obras.
De esta manera, esta Palabra del gráfico nos lleva a una profunda verdad escritural, de modo que no deberíamos ni amargarnos, ni ponernos tristes por el rechazo del impío que puede llegar a ser nuestro llamado hermano que se congrega con nosotros en la misma iglesia, o nuestro otrora amigo, o nuestro propio familiar, ya que los hijos de Dios son aborrecidos por los malos en los cuales opera un espíritu diferente y antagónico. Sin embargo, no debemos dejar de orar e interceder por ellos, ya que, si la Palabra de Dios los amonesta con la finalidad de hacerlos reaccionar y volverse al Señor, a fin de que sean rescatados de su mala manera de vivir, debiendo tener claro lo anterior, nosotros para ellos seremos tildados hasta de hipócritas, ya que se sienten intimidados no solo por nuestras palabras, sino por nuestra manera de vivir que a ellos los pone en evidencia de pecado.
Y si esto sucede con el impío que está al interior de la Iglesia del Señor, ¿cuánto más con el pecador sin Dios que es esclavo del mal?
Entonces no debería extrañarnos por ningún motivo, ni afectar negativamente a nuestros sentimientos su abierto o encubierto rechazo, sus malos comentarios, ni su antipatía. Siempre será así. Al contrario, esto debería impulsarnos más a acercarnos a Dios cada día con una limpia conciencia, ya que los hijos de las tinieblas siempre aborrecerán la luz, pero no por eso debemos mezclarnos con ellos de modo que seamos contaminados de sus maldades, sino acercarnos para ministrarles ya que la misma Palabra de Dios señala: "Conviértanse ellos a tí, y tú no te conviertas a ellos".
Con el pecador es casi lo mismo. Si tú eres íntegro, responsable, honesto en tu trabajo o cualquier lugar, el pecador se sentirá siempre amenazado de tu modo de vida, y temerá y se incomodará por ello. Aún cuando muchos cristianos idealizan la vida cristiana, y creen que por ser hijos de Dios, los pecadores reconocerán en ellos a Dios y les amarán, la realidad nos muestra que en absoluto es así. Si al árbol verde persiguieron, rechazaron y mataron, ¿cuánto más a nosotros...?.
El rechazo debe , por el contrario, alentarnos de que el mundo de las tinieblas se está poniendo a la defensiva porque estamos realizando nuestro trabajo en obediencia a Dios.
El Espíritu que mora en nosotros, es totalmente contrario al espíritu que opera en los hijos de pecado, por lo tanto, hay un antagonismo natural de los hijos de pecado hacia los que son llamados hijos de Dios.
Por otra parte, sin dejar de amar a los perdidos en pecado, el instinto natural de los hijos de Dios es aborrecer el pecado, lo que implica aborrecer las obras del pecado apartándose naturalmente de éstas, y, al hacerlo, apartarse también de los hijos de pecado.
Sin embargo, el tema que nos convoca habla del impío, y del inicuo. No olvide que la Biblia, especialmente el antiguo testamento en lo que se refiere a los profetas, Salmos y Proverbios, se enfoca en sancionar no a los pecadores gentiles (hablando en sentido general de corrección y amonestación), sino a los impíos. Esto es, a los que diciéndose pueblo de Dios vivían en abierta rebelión a la Ley de Dios en cuanto a comportamiento, actitud y modo de vida.
Lo mismo acontece en nuestros días. El justo en modo natural, debido a la naturaleza del Espíritu que mora en su propia vida, siente abominación no solamente por las obras del impío, sino también por el impío mismo, sintiendo el deseo de apartarse de las personas impías y no participar de sus obras y conversaciones del todo sin temor e irreverentes.
La reacción del impío contemporáneo es un modismo difundido por los medios que cuestiona al que quiere vivir una vida santa, apartándose de ellos y de sus obras, que se ilustra con la siguiente frasecita:"No juzguéis", sacada totalmente de contexto a fin de aquietar sus cauterizadas conciencias, ya que confunden la sana exhortación con un juicio frío y egoísta hacia sus personas, con el fin de hacer sentir mal al que teme a Dios, de modo que no se atreva a exhortarles a nada, ni por acción ni omisión, y se sientan cohibidos no solo de vivir una vida santa, sino de insistir en promoverla, ya que ello atenta directamente con sus vidas arraigadas en la impiedad.
Por lo tanto, el que vive una vida de consagración y obediencia debe tener claro que la naturaleza del Espíritu Santo que mora en ellos es totalmente contraria al espíritu que opera en los hijos de desobediencia, esto es, en los impíos. No obstante amarlos, no debemos consentirles que su pecado tenga influencia alguna en nuestro ámbito de vida, y por lo tanto, esto nos moverá de manera natural a apartarnos de personas así, lo que la misma Palabra de Dios alienta.
De hecho, los mismos impíos sienten verdadera adversión por el de limpio camino debido principalmente a que se sienten amenazados y puestos en evidencia, ya que aquél no participa de sus malas obras.
De esta manera, esta Palabra del gráfico nos lleva a una profunda verdad escritural, de modo que no deberíamos ni amargarnos, ni ponernos tristes por el rechazo del impío que puede llegar a ser nuestro llamado hermano que se congrega con nosotros en la misma iglesia, o nuestro otrora amigo, o nuestro propio familiar, ya que los hijos de Dios son aborrecidos por los malos en los cuales opera un espíritu diferente y antagónico. Sin embargo, no debemos dejar de orar e interceder por ellos, ya que, si la Palabra de Dios los amonesta con la finalidad de hacerlos reaccionar y volverse al Señor, a fin de que sean rescatados de su mala manera de vivir, debiendo tener claro lo anterior, nosotros para ellos seremos tildados hasta de hipócritas, ya que se sienten intimidados no solo por nuestras palabras, sino por nuestra manera de vivir que a ellos los pone en evidencia de pecado.
Y si esto sucede con el impío que está al interior de la Iglesia del Señor, ¿cuánto más con el pecador sin Dios que es esclavo del mal?
Entonces no debería extrañarnos por ningún motivo, ni afectar negativamente a nuestros sentimientos su abierto o encubierto rechazo, sus malos comentarios, ni su antipatía. Siempre será así. Al contrario, esto debería impulsarnos más a acercarnos a Dios cada día con una limpia conciencia, ya que los hijos de las tinieblas siempre aborrecerán la luz, pero no por eso debemos mezclarnos con ellos de modo que seamos contaminados de sus maldades, sino acercarnos para ministrarles ya que la misma Palabra de Dios señala: "Conviértanse ellos a tí, y tú no te conviertas a ellos".
Con el pecador es casi lo mismo. Si tú eres íntegro, responsable, honesto en tu trabajo o cualquier lugar, el pecador se sentirá siempre amenazado de tu modo de vida, y temerá y se incomodará por ello. Aún cuando muchos cristianos idealizan la vida cristiana, y creen que por ser hijos de Dios, los pecadores reconocerán en ellos a Dios y les amarán, la realidad nos muestra que en absoluto es así. Si al árbol verde persiguieron, rechazaron y mataron, ¿cuánto más a nosotros...?.
El rechazo debe , por el contrario, alentarnos de que el mundo de las tinieblas se está poniendo a la defensiva porque estamos realizando nuestro trabajo en obediencia a Dios.
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Alto Hospicio, Región de Tarapacá, Chile
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