lunes, 23 de abril de 2018

DESMALEZANDO NUESTRAS VIDAS


DESMALEZANDO NUESTRAS VIDAS

Para el adecuado crecimiento de toda planta u hortaliza es necesario desmalezar. La maleza la constituyen hierbas y plantas que no prestan utilidad, son invasivas, de raíces fuertes y además absorven el agua y las nutrientes a costa de aquella planta u hortaliza que queremos cultivar. 

Si no cuidamos de desmalezar, lo más probable es que nuestra planta se vea ahogada por el crecimiento agresivo de la maleza no solo a su alrededor, sino que por encima mismo de ella, de manera que quedaría raquítica y sin fruto por haber permitido a las raíces de la maleza extenderse por sobre ella.

LA ANALOGIA CON EL CORAZÓN HUMANO 

Nuestro corazón, si bien ha sido limpiado y santificado por la preciosa sangre del Señor Jesús, corre el riesgo de padecer lo mismo que aquella descuidada planta. La Palabra de Dios nos señala con especial cuidado: "sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida", Proverbios 4:23. Hace una similitud la Palabra del Señor sobre el valor que le damos a ciertas cosas perecederas que merecen el cuidado de guardarlas como ser las joyas, alhajas, el oro, la plata, los relojes, y cuántas otras cosas que apreciamos. Sin embargo, el corazón es generalmente descuidado anteponiendo aquellas cosas perecederas a las cosas que realmente tendrán una repercusión eterna en nuestras vidas, y generalmente no caemos en la cuenta de ello hasta que ya es demasiado tarde.

El texto que nos convoca en esta reflexión nos revela una serie de hechos concatenados cual eslabones férreamente unidos de una cadena.  Hebreos 12:15 señala:"Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados", y no es casual que de las cosas señaladas en el texto que da origen a esta reflexión, la amargura sea la chispa iniciante de toda la cadena de eventos señalados. 



El poder de las raíces de amargura


La amargura estorba a nuestra comunión con Dios, contamina el templo del Señor que es nuestro corazón, y por ella, en consecuencia, podemos dejar de alcanzar la gracia de Dios.

Así como la maleza llama más maleza, las raíces de amargura van contaminando hasta hacerse fuertes en el corazón, y, al no haber una mano que las retire de allí (nuestra propia mano), dan lugar al enojo que va creciendo gradualmente hasta convertirse en ira descontrolada que termina en gritería y maledicencia que se supone que un hijo de Dios no debiera de pronunciar,  ni abrir su boca para ello, y su fruto es un corazón lleno de malicia y, por lo tanto, un templo abandonado, porque Dios no mora donde hay inmundicia. 

El honrar a Dios en nuestros corazones debiera ser la mayor premisa en nuestras vidas, dado que el Señor y su presencia en nuestros corazones sobrepasa cualquier valor humanamente conocido o apreciado. 

De allí que, así como el hortelano o agricultor se preocupa tempranamente de erradicar toda maleza de sus preciadas plantas, nosotros debemos prestar especial cuidado a que en nuestras vidas se establezca cualquier raíz de amargura, y, de haberla, rogar a Dios en humilde arrepentimiento para que sea erradicada por su sangre preciosa de nuestros corazones.

¿Cómo podemos discernir la maleza en nuestras vidas? 

Sencillamente con la lámpara que Dios nos ha puesto para escudriñar nuestras vidas (y no para dirigirla contra los demás), y mientras que no perdamos de vista que esta lámpara es para autoiluminar nuestras propias vidas, estaremos en el camino correcto para tener un corazón sano y lleno de la gracia de Dios y, en consecuencia, de una boca que exalte al Señor y labios limpios que glorifiquen su nombre.

 Salmo 119:105  Lámpara es a mis pies tu palabra,
 Y lumbrera a mi camino.

 Bendiciones en Cristo.

domingo, 22 de abril de 2018

LA ALEGRIA DE SERVIR EN LA CASA DE DIOS


LA ALEGRIA DE SERVIR EN LA CASA DE DIOS

El autor de este Salmo interpreta plenamente el corazón de muchos cristianos que sienten un verdadero regocijo en sus corazones cuando se disponen a partir hacia la casa de Dios, por muy humilde que sea. Para muchos de nosotros no importa que esa "Casa de Jehová" sea solo un ranchito, una simple y precaria carpa o un fastuoso templo con una admirable arquitectura. Lo importante no es la edificación, sino quien la habita cuando nos reunimos en ella.

No debemos olvidar que el verdadero Templo del Señor lo constituímos nosotros mismos, si es que el Espíritu de Dios mora en nosotros, y, por lo tanto, en el lugar en que la Iglesia (nosotros) estemos congregados allí está Dios en medio de todos nosotros.

Entonces, la alegría que nos convoca no consiste en ir a un lugar determinado para "ver" si encontramos a Dios allí, y de alguna manera "sentirlo", sino que vamos allí porque "tenemos a Dios morando en nosotros". Lo vivimos y experimentamos en nuestras propias vidas y, por lo tanto nos anhelamos entre nosotros mismos con amor fraterno para expresarnos el uno al otro la admiración que sentimos ante este nuestro Dios, y para adorar juntos y congregados ante este Señor y Dios maravilloso que nos sacó en Cristo de las tinieblas a su luz admirable. 

¡Qué alegría se siente en el corazón, en la mente, en el alma al saber que el Dios Todopoderoso que llena todos los cielos, realiza el portentoso milagro de venir a hacer morada en nuestras insignificantes vidas comparadas a la inmensurable obra creada por Dios! De manera que no vamos a la Casa de Dios "para" alegrarnos, sino que vamos alegres a reunirnos en ese lugar para adorarle congregados todos los llamados de su Nombre.

Amigo que lees, ¿te sientes triste?. Tal vez las situaciones de la vida te han golpeado tan duro que se han llevado tu alegría y a lo mejor hasta raíces de amargura han nacido en tu corazón llenándolo de una maleza extraña. ¿Deseas y anhelas cambiar ese estado de vida? Examina tu corazón y reconoce que eres un pecador(a), hazlo con un corazón realmente arrepentido y anhelante de conocer una vida distinta, arrodíllate en el lugar en que te hallas, y con toda tu fé ruega a Dios que perdone tus pecados. Pide al Señor que transforme tu vida, que la limpie con aquella sangre preciosa de Jesucristo, y que venga Él mismo a hacer morada en tí. El gozo y la alegría de conocer a Dios que nacerá en tu corazón te invadirá por completo y hasta tu rostro resplandecerá, y entonces entenderás qué significa alegrarse por el hecho de que te inviten a la Casa de Dios porque anhelarás estar allí con los que sienten como tú y que cantan y alaban con todas sus ganas porque una fuerza superior les impele y motiva. 

Bendito y Santo sea nuestro Dios Todopoderoso.