sábado, 14 de septiembre de 2013

BEBE EL AGUA DE TU MISMA CISTERNA.

Clic en la imagen para ver en tamaño grande. Si desea guardarla: clic derecho, guardar como...

El matrimonio y la fidelidad.

Si bien en los últimos tiempos se ha acentuado el erotismo en el mundo en general, especialmente proclamado por las telecomunicaciones tan consultadas masivamente hoy en día, en las cuales reinan las redes sociales, llámense facebook, youtube, twitter, y blogs; Sin embargo esto es algo que viene desde mucho más atrás.

La Biblia señala en Génesis 1 y 2 que Dios estableció el matrimonio en base a dos personas para que fueran una sola (Génesis 2: 24).Contrariamente a esto, tras la caída en desobediencia y al enseñorearse el pecado en el ser humano, Lamec descendiente en 5ta. generación de Caín, tomó para sí dos mujeres, Ada y Zila (Génesis 4: 17- 19). Desde entonces, y a lo largo de la historia muchos hombres han buscado, formal e informalmente, más de una mujer, y, por ende, un sinnúmero de hijos para enorgullecerse y fanfarronear de sus capacidades amatorias aún cuando muchos de esos hijos no reciben ninguna provisión ni cuidados de un padre normal en el seno de una familia.

Los tiempos de hoy no escapan a ello. 

Muchos hombres siguen enorgulleciéndose de lo mismo. Aún cuando muchos de ellos deben vivir huyendo de las responsabilidades paternales que les exige la ley. Y aunque algunos, los menos, han caído en infidelidad con la mujer ajena o extraña (a su propio vínculo matrimonial), debido a las tentaciones y debilidad del momento, la gran mayoría busca la infidelidad como quien busca un trofeo para alardear.

¿Cuántos no hemos oído de tal o cual personaje público ha sido demandado por paternidad, y se le han exigido exámenes de ADN para comprobar las demandas? Si bien muchos poseen los recursos para adulterar estas pruebas en su favor y así evitar que sus fortunas beneficien a hijos desconocidos, no deseados ni amados, la mayoría debe asumir lo irrefutable.

El juicio comienza por la casa de Dios.

Si bien estas son costumbres reprensibles y desleales, debemos asumir que la advertencia del Señor que mostramos en este gráfico no está dirigida al mundo que las practica como algo casi común, sino a los miembros de la Iglesia o pueblo de Dios.

¿Se imagina usted a mujeres cristianas solteras (o separadas, divorciadas o viudas), cuyos hijos de padres ausentes sufren la carencia de éstos porque ellos tienen otra familia? Sería un gran desorden, ¿no es cierto?

Pero, aunque suene duro y triste señalarlo, esto hoy en día es una práctica que se está volviendo muy común y extendida. Cristianos separados de hecho, o divorciados y vueltos a casar, o simplemente puestos a convivir con otra "pareja cristiana", ya sea soltera/o o en sus mismas condiciones consideran esto lo más natural. Es más, muchos continúan predicando y enseñando desde los púlpitos en estas condiciones, sin ningún temor de Dios en sus vidas.

También existen aquellos que van dejando un desordenado reguero de hijos tras de sí, sin asumir ni la más mínima responsabilidad por ellos, ni menos asumir compromiso alguno.

¿Es que algunos cristianos hemos llegado a pensar que somos hijos privilegiados de Dios para estar exentos de responsabilidades, y podemos hacer lo que se nos antoje? Incluyo en esto también a aquellas mujeres que tienen hijos de diferentes padres, llamándose cristianas y que, sin embargo, dan vuelta su responsabilidad haciéndose las víctimas de los hombres, como si ellas mismas no tuvieran responsabilidad alguna por sus propios cuerpos y fueran unas eternas engañadas por aquéllos.

Recapacitemos y pidamos a Dios sabiduría.

El beber las aguas de tu propia cisterna implica honrar el matrimonio y la familia. Pero no nos hagamos los sin mácula, convirtiéndonos en unos hipócritas,  pues sabemos que nuestros corazones están cargados de pecados, sino que cada vez que seamos tentados por nuestra propia concupiscencia sepamos acudir a las plantas de Cristo por ayuda y socorro. Sí, es cierto que algunas veces el matrimonio se vuelve un tanto tedioso a nuestros propios ojos, pero muy cierto también es que ello no es culpa de Dios, ni de nuestro cónyuge, sino de nosotros mismos. El hecho de que nos demos cuenta de ello es porque Dios está poniendo en nosotros la consciencia de un problema al cual nosotros hemos sido capacitados por Él para aportar la solución.

No es necesario mirar para el lado, sino a la persona que tenemos al frente cada día. No es necesario tratar de buscar consuelo en personas extrañas como si fuéramos víctimas. Si Dios nos ha capacitado para detectar el problema, es porque también nos ha dado las herramientas para buscar las soluciones, y éstas parten por el hecho de asumir responsabilidades en el problema y no evadirlas haciéndose la víctima echándole la culpa al otro.

El Cantar de los cantares es un poema al amor permanente entre el esposo y la esposa. De la admiración mutua entre dos personas que se aman como el primer día. ¿Podría caber en ellos la idea de mirar a otra persona con el mismo amor y sentimiento que se profesan mutuamente?

Sin embargo, cada día son más aquellos que miran para el lado porque les dá lata decirle cada día a su esposa que es hermosa, que es dulce, que les agrada mirarse en sus ojos. Lo mismo para la mujer que mira a su marido solo como la máquina de hacer dinero, o como la causa de que tenga que estar esclavizada cada día para servir y atender a un desconocido que solo la solicita cuando le conviene.

El beber las aguas del propio pozo implica el cuidado del mismo. Implica el limpiar atenta y permanentemente ese pozo o cisterna para gozar de aguas saludables y puras.

Implica también anhelar el acudir a ese pozo o cisterna para saciar nuestra sed cada vez que lo deseemos a fin de no andar con la lengua pegada al paladar anhelando cualquier charca donde, como dice el dicho, cambiemos carne por charqui.

Leer juntos la Palabra de Dios de manera regular, haciéndose un tiempo para ello.

1Pedro 3, Colosenses 3 son algunas lecturas recomendables para comenzar..., o recomenzar. Orar juntos en cuanto puedan, a fin de no solo tener comunión física y emocional, sino también espiritual. Obviar y dejar de lado las falencias del otro y afirmar más las virtudes. La lectura de la Palabra de Dios hará el resto, no olvidemos que ella es una espada que penetra hasta donde nuestra descomedida crítica no puede, aunque en determinados y precisos momentos es necesaria, rogando a Dios que nos dé la gracia para hacerlo. Ni olvide tampoco que es el Espíritu el que dá vida, y las Palabras que el Señor nos ha hablado son ese Espíritu y son esa Vida.

Los mejor beneficiados serán nuestros propios hijos, quienes anhelarán poner por práctica en ellos mismos lo que han visto de ejemplo en nosotros. Eso se llama DAR FRUTO, y que éste permanezca, proyectado en nuestra propia familia. Aportaremos así no solo a una sociedad mejor, sino a una Iglesia más santa, y sana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario